martes, 7 de septiembre de 2010

Autobiografía de la generación perdida


Antes de convertirme en el aliento del último cedro
fui el respiro de un ser cualquiera

Espectador de la generación de la derrota
de tumbos y caídas

Llegué tarde para ser guerrillero
y ya había más veterinarios que perros

El boom pasó y el próximo bigbang aún no se vislumbraba
las pocas victorias ya no recordaban nuestros nombres

El polvo de las ruinas lo cubría todo
las guerras eran figuras de barro mutiladas
escarbadas bajo los derrumbos

Sobrevivimos a los desplomes de muros y torres

Fuimos parte de la no-historia
y de lo que nunca nos dijeron

Generación asesina del mundo
época de escombro y hormigón
redes antisociales

Antorcha electrónica
gases tóxicos de merienda
crisis petrolera, capitalera, clasera
crisis de la era era era

Llanuras desérticas
bostezos de la desinformación
monolito del silencio

Poco a poco nos absorbían
escribíamos por instinto
publicábamos por necedad

La esperanza:
Pequeño insecto en vías de extinción
desaparecía con cada noticia del diario

Cabalgábamos hacia el hoyo negro del ocaso

La globalización alcanzaba su logro máximo:
peligro de destrucción masiva

Acostumbrados a los fines del mundo
brindábamos con los falsos profetas
quienes de vez en cuando
nos invitaban al último trago de la tarde

Ya ven señores androides
y alienígenas que nos visitan
que no todo era como lo recogen las hemerotecas

Teníamos también los viejos vicios
que la evolución no logró quitarnos

Y eso lo agradecíamos
con los rituales más ancestrales
que encontrábamos

Mañana
-nos decía una canción-
”era solo un adverbio de tiempo”

El mar empezaba a engordarse
y no era el único

El mundo cada vez más pequeño
emprendía el viaje a ser el sartén más grande para freír huevos

Las estadísticas:

50% menos de semen producto de la lluvia anticonceptiva
15% de las mujeres se mandaban flores en el día de los enamorados
Era imposible suicidarse aguantando la respiración
La cucaracha podía vivir nueve días sin su cabeza
antes de morir de hambre

Como broma colectiva
escribíamos epitafios
para los analfabetos del futuro

El ciclo entre las glaciaciones está por terminar:

Carpe diem
memento mori.



Alejandro Cordero.